jueves, 31 de enero de 2008

El esposo y la esposa: ¿hablan en realidad lenguajes distintos?

IMAGÍNESE que Carlos entra en la oficina de Juan cabizbajo y con aspecto apesadumbrado, sin poder disimular su profunda preocupación. Juan mira bondadosamente a su amigo y espera a que hable. "No sé si podré cerrar esta transacción —suspira Carlos—. Hay tantos obstáculos, y la dirección me está presionando mucho." "¿Por qué te preocupas, Carlos? —pregunta Juan en tono positivo—. Sabes bien que eres el más cualificado para este trabajo, y la dirección también lo sabe. Tómate el tiempo que necesites. ¿Te parece que este es un problema? Pues bien, precisamente el mes pasado..." Juan le cuenta los detalles graciosos de un pequeño fracaso que él tuvo, y poco después su amigo sale de la oficina riéndose y aliviado. Juan se alegra de haberle podido ayudar.

Imagínese también que cuando Juan llega a casa aquella tarde se da cuenta enseguida de que Silvia, su esposa, está disgustada. La saluda con especial jovialidad y luego espera a que le cuente por qué está así. Tras un tenso y sepulcral silencio, Silvia dice bruscamente: "¡Ya no lo resisto más! ¡Este nuevo jefe es un tirano!". Juan le pide que se siente, la abraza y le dice: "Cariño, no te disgustes tanto. Piensa que no es más que un empleo. Los jefes son así. Tendrías que haber oído cómo vociferaba hoy el mío. Pero si tanto te afecta, deja ese trabajo".

"¡Ni siquiera te importa cómo me siento! —replica Silvia—. ¡Nunca me escuchas! ¡No puedo dejar el trabajo! ¡Tú no traes suficiente dinero a casa!" Tras decir eso, se va corriendo al dormitorio y rompe a llorar desconsoladamente. Sorprendido, Juan se queda de pie frente a la puerta cerrada, sin entender lo que ha pasado. ¿Por qué han provocado reacciones tan distintas las palabras de consuelo de Juan?

No hay comentarios: